jueves, abril 12, 2007

El viejo y el subte


Esto que cuento me pasó la semana pasada. Mas precisamente el martes, cuando entrando por los molinetes del subte en la estación Carlos Gardel encontré a un señor de edad que no sabía como poner la tarjeta del subte, por tanto no pude mas que ayudarlo. Resulta que luego de ayudarlo lo escuché muy contrariado por lo que le había pasado, y como todo hombre de edad avanzada, quejándose por cómo cambiaban las cosas y diciendo que con el cospel era mas fácil.
Yo, obviamente no pude mas que reírme, pero le pregunté si hacía mucho tiempo que no usaba el subte y me contó que hacía mas de veinte años, porque había vivido en Israel con su familia y que había vuelto hacía unas semanas. Cuando le pregunté por la familia me dijo que él estaba solo, y me dió como cosa insistir, pero mi curiosidad pudo mas e insistí, entonces me contó que se había separado de su mujer, que ella seguía en Israel y que él se volvió porque no tenía nada mas que hacer allá porque se había ido por ella y también me dijo que sus hijos vivían en Chile y Estados Unidos.
Luego de escuchar esta historia me quedé pensando en que injusta es la vida, como puede sacarle a un hombre de tan avanzada edad todo lo que alguna vez quiso, y dejarlo como a la deriva en un país del que se fue sin tal vez haber querido irse nunca, y al volver encontrarlo tan cambiado que ni siquiera le dejaron la tranquilidad de poder seguir usando cospeles para entrar al subte. Por eso es que entiendo ahora un poco mas a los viejos, los entiendo cuando se quejan, porque no se quejan del hecho en sí, sino que cuando se quejan, se quejan porque llevan una pena mucho más profunda adentro suyo que es apenas visible salvo que te des el tiempo de descubrirla.
No puedo describirles la mirada del señor, ni la forma en que me miró cuando lo saludé para bajarme del subte, ni lo que sentí cuando me dió las gracias y me dijo que me cuidara. No se, quizás este sea uno de esos pequeños momentos que te regala la vida para que de una vez por todas puedas quitarte la viga que nubla el ojo propio, y aprender a disfrutar un poco mas lo que se tiene, sin darle tanta importancia a lo que se adolesce.