viernes, febrero 16, 2007

Oído al pasar

El jueves me encontraba haciendo la cola en Av. Corrientes frente al Obelisco, esperando el colectivo Plaza que me llevaría con destino a la ciudad de La Plata. Fué alrededor de las 16hs.
En dicha cola se encontraba un señor joven que, en su impaciencia, por esperar el colectivo llamó a un vendedor ambulante para solicitarle que le vendiera algún helado que le calmara las ansias y le sofocara el calor. Lo curioso fue que se pusieron a charlar y, en dicha charla, este señor joven revela al vendedor que él también en alguna época pasada supo vender en los trenes para llevar comida a su casa. En esa charla este señor le pregunta al vendedor ambulante porque no ponía un puesto fijo a lo cual el vendedor contestó que si se quedaba quieto la policía le incautaba sus elementos de trabajo. Y se permitió hacer el comentario de que era mas fácil salir a robar que trabajar porque ganaría mas y saldría en poco tiempo.
Este razonamiento me llamó la atención. ¿Cuándo nos vamos a dar cuenta de que el trabajo dignifica? ¿Cuando nos vamos a dar cuenta que en vez de prohibir el trabajo debemos como sociedad dar las herramientas necesarias para que la gente que no lo tiene y quiere tenerlo lo pueda hacer dignamente como este buen y honrado vendedor? ¿Porque no se le permite vender? ¿Por normas sanitarias? En ese caso se le podrían proveer las herramientas necesarias para que lo que venda sea saludable. ¿Porque afea la calle que visitan los turistas? En ese caso que se le provea de un lugar donde pueda vender y que no afee el paisaje y, de última, un turista que prefiere: ¿Que le roben o que le vendan algo?
Esto me hace pensar en que pacatos somos los argentinos: Nos escandalizamos por la delincuencia pero no hacemos nada por reducir la pobreza, nos escandalizamos por los piquetes pero no hacemos nada por los derechos de los que menos tienen, nos escandalizamos del crimen pero los pudientes pueden cada vez mas y los menos pudientes pueden cada vez menos. Y, por último y no menos importante, a los que quieren trabajar se lo prohibimos porque afea la ciudad que tanto aman los extranjeros.
Esto no me deja otro pensamiento que este: ¡Que pais mi Dios!